lunes, septiembre 1








"El muchacho más común de cualquier reino, contempló las hazañas de los caballeros.
Partió sin rumbo hacia el norte
Mucho, pero mucho más allá de lo que le era conocido.
Pidió monedas a sus sueños.
Mató esperanzas para darle algo de comer a sus miedos.
Atravesó una tormenta fría y dolorosa.
Los árboles mecieron sus copas
La arena se levantó ante él.
Los demonios sin nombre lo agarraron de los pies.
La tormenta se abrió, casi como mostrándole el camino.
Terminó en el medio de una aldea, rodeado de gente.
Tan común, apurada por llegar a donde sea.
Entre tanta cabeza gacha, vio un rostro.
Una princesa frágil, segura pero quebradiza.
Miró al cielo y desafió al dios de lo necesario.
La tomó de la mano, sólo sus miradas hablaron.
Sus ojos tomaron un trago de sus labios y salieron a pasear por su pelo.
De pronto el reino completo, le pareció poco.
Los sueños prestadores, cobraron su deuda.
La esperanzas mordidas, sanaron.
Los miedos tan alimentados, terminaron desnutridos.
La tormenta desafiante, perdió su rumbo.
Los demonios sin nombre, se alejaron.
La gente tan común, los miró
El dios de lo necesario, no pudo exigir más.
Y así, el muchacho más común de cualquier reino, fue dueño de todo lo conocido por el hombre, por los dioses y por su corazón viajero."



Dedicado al único puerto de mi corazón viajero.

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